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Claudia Sheinbaum ya es presidenta de México hasta 2030 tras un acto de toma de posesión (protesta) en el que alimentó las expectativas de mejora y cambio, aunque su margen de acción estará más acotado que el que tuvo Andrés Manuel López Obrador.
Claudia Sheinbaum toma posesión hoy como presidenta de México, la primera en la historia. Y lo hace en medio de la incertidumbre de por dónde caminará su mandato hasta 2030 y con dos riesgos: una creciente revolución de expectativas que puede causar frustración social. Y la sombra (alargada o no, aún no se sabe) de su padre político y último caudillo mesiánico que ha alumbrado México: Andrés Manuel de López Obrador.
Claudia Sheinbam se convertirá mañana en la primera presidenta de la historia de México. Muchos son los retos que tiene por delante, pero el eje que los vertebra a todos es si su gobierno será una continuidad del de su antecesor y «padre» político, Andrés Manuel López Obrador, o si Sheinbaum será capaz de independizarse de la sombra del último caudillo (y líder mesiánico) mexicano «matando al padre».
La alta tensión política y la polarización se extiende por América Latina: Venezuela y Bolivia son los casos más llamativos, pero el fenómeno se da hasta en los ejemplos de estabilidad democrática, como Costa Rica.
La crisis entre España y México por la no invitación a Felipe VI a la ceremonia de toma de posesión de Claudia Sheinbaum muestra que López Obrador y su sucesora alimentan el nacionalismo mexicano como forma de legitimarse, dirigiéndolo hacia un actor lejano (España) y no hacia EEUU de quien dependen económica y comercialmente.
El México de la próxima presidenta, Claudia Sheinbaum, parece que desea crearse problemas estériles. Con España, no invitando al Rey a la ceremonia del 1 de octubre de toma de posesión de Sheinbaum cuando el país se halla en medio de una crisis de seguridad en Sinaloa -por la guerra entre facciones del cartel sinaloense- y mientras en el horizonte regresan las amenazas de Trump a la importación de vehículos hechos en México.
El régimen de Nicolás Maduro tiene como máxima que «resistir es vencer» y en el actual contexto ha logrado que la crisis venezolana se alargue y se complique para así dividir y debilitar al campo opositor
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