El camino a la dictadura está pavimentado con la captura judicial

Universidad Francisco Marroquín, Guatemala
(Autora: Marimaite Rayo) La pretendida reforma judicial en México no solo busca modificar la organización a lo interno del poder judicial, sino que también busca consolidar el poder del partido oficial, Morena, de manera que no exista ningún tipo de oposición institucional. Mediante la modificación en la forma de elección de los jueces y magistrados, la creación de nuevos órganos, como el Tribunal de Disciplina, y la reducción del número de magistrados de la Suprema Corte, Morena conseguirá capturar el poder judicial y con las mayorías con las que goza en el legislativo, podrá, de una vez por todas, destruir los últimos vestigios de lo que alguna vez fue una división de poderes y unos contrapesos institucionales.

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(Autora: Marimaite Rayo) La pretendida reforma judicial en México no solo busca modificar la organización a lo interno del poder judicial, sino que también busca consolidar el poder del partido oficial, Morena, de manera que no exista ningún tipo de oposición institucional. Mediante la
modificación en la forma de elección de los jueces y magistrados, la creación de nuevos
órganos, como el Tribunal de Disciplina, y la reducción del número de magistrados de la
Suprema Corte, Morena conseguirá capturar el poder judicial y con las mayorías con las
que goza en el legislativo, podrá, de una vez por todas, destruir los últimos vestigios de lo
que alguna vez fue una división de poderes y unos contrapesos institucionales.

Tomando en cuenta la historia mexicana, es fácil notar que esta no sería la primera vez que el país
experimentaría tal abuso de poder desde el ejecutivo. No obstante, aunque en la cáscara,
la dictadura perfecta del PRI y lo que posiblemente será la dictadura de Morena sean muy
similares, si se analizan sus características de forma individual, es posible identificar
diferencias abismales, especialmente por la capacidad que Morena podría llegar a tener
en cuanto a la limitación de derechos y libertades individuales.
Ahora bien, la inminente aprobación de esta medida en México, más allá de los elementos
esenciales, también nos invita a reflexionar sobre el camino que recorrieron aquellos
gobernantes de la región que hoy catalogamos como dictadores. Esto se debe a que, a
diferencia de las dictaduras militares latinoamericanas de la segunda mitad del siglo XX,
las dictaduras modernas son menos visible y siguen una tendencia hacia la represión y la
concentración de poder que inicia con la captura del poder judicial. Países como
Venezuela, Nicaragua y, en menor medida El Salvador son ejemplos de los efectos de la
intervención en la independencia judicial. Así pues, si lo que se quiere es evitar que la
lista de dictaduras en la región sume una más, es imperativo exponer las consecuencias
que esta reforma podría tener, a fin de advertir las posibles vacunas ante el monstruo que
se está formando en México.
Entre la dictadura visible y la invisible
Para entender la gravedad de la situación, es necesario regresar al México de 1930, año
en el que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) ascendió al poder. A partir de ese
momento, hasta el año 2000, el PRI consiguió centralizar el poder en todos los niveles de
gobierno y todas las decisiones económicas y sociales recayeron en las manos de un
mismo partido. Como consecuencia de esto, autores como Mario Vargas Llosa bautizaron
este período como la dictadura perfecta y, de forma menos poética, esta situación también
inspiró al politólogo Giovanni Sartori a tipificar lo que ahora se conoce como el sistema de
partido hegemónico. En este sentido, las dos características distintivas de esta forma de
gobierno era la ausencia de pluralismo político y la falta de participación política como
resultado de la monopolización del poder.
Ahora bien, pese al alto grado de represión política y centralización del poder en un solo
partido, el PRI retuvo el poder por 70 años debido a la legitimidad de la que gozaba en las
urnas. Sexenio tras sexenio, aunque inmerso en acusaciones de corrupción y fraude, el
partido lograba los votos suficientes para garantizar el control político, no solo a nivel
federal, sino que también regional. Consecuentemente, una vez perdió la confianza
ciudadana, expresada en las votaciones, el PRI fue desplazado a la oposición, en donde
se ha mantenido desde el año 2000. En pocas palabras, así como era visible el control del

que gozaba durante sus años de gobierno, también fue muy visible su progresiva pérdida
de puestos de poder que, al final, terminaron de sepultar el proyecto político.
Si observamos a las dictaduras latinoamericanas del siglo XXI es fácil notar que estas no
gozan de legitimidad electoral, dado que la mayoría han permanecido en el poder gracias
a los mecanismos del fraude. Como consecuencia de esa falta de apoyo en las urnas, los
regímenes han tenido que apoyarse sobre el poder judicial, capturándolo y así, encontrar
la legitimidad de su poder en los fallos de los jueces. Por lo tanto, los jueces en vez de ser
independientes y autónomos en sus funciones se han convertido en el verdugo en las
sombras, aquel que encubre la sistemática violación de derechos y libertades ciudadanas.
El Estado que devora a sus hijos
En términos comparativos, mientras la dictadura perfecta era visible y, por ende, existían
mecanismos cuasi-institucionales para frenarla, las dictaduras modernas, al estar
legitimadas en un poder que es lejano y menos visible para los ciudadanos, podrían
continuar hasta que, eventualmente todo el sistema quiebre. El poder judicial, por su
característica independencia, autonomía y especialización, siempre había gozado de una
prerrogativa superior que lo distinguía de los demás poderes. No obstante, ahora que es
una pieza más en el tablero del dictador, ya nada queda fuera del margen del terror que
ejerce el Estado.
En épocas anteriores, la longeva democracia mexicana ha sido capaz de vacunar a las
dictaduras con una dosis de realidad, lo cual las ha obligado a menguar, adaptarse y
reducir su nivel represivo. Sin embargo, si los ciudadanos no gozan de las garantías
judiciales que los protejan, estarán desnudos y vulnerables frente al poder. Así pues, esto
demuestra que, más que una reforma organizativa, esta es una transformación en la
naturaleza del judicial, una transformación que no solo consolidaría el poder de Morena,
sino que también volvería al Estado en uno que devora a sus propios hijos.

Autores:
Analista política del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales EPRI – Universidad Francisco Marroquín, Guatemala…

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