(Autora: Estela Martínez Valdez) La desaparición forzosa ha sido utilizada como una táctica represiva en América Latina, y su implementación ha alcanzado dimensiones sistemáticas, especialmente en regímenes autoritarios. Este crimen va más allá de la eliminación física de los disidentes. La desaparición forzosa está diseñada estratégicamente para desarticular movimientos opositores, sembrar el terror en la sociedad y debilitar o paralizar cualquier intento de sublevación. Su impacto va más allá de las víctimas directas y los movimientos sociales a los que busca silenciar. Genera un profundo trauma psicológico y social en las familias y comunidades, contribuyendo a la
desintegración del tejido social.
Desaparición forzosa: definición y características
Según el derecho internacional, la desaparición forzosa es un crimen que involucra la detención
ilegal y arbitraria de personas por parte del Estado o actores vinculados a él, seguido de la
negativa a reconocer dicha detención o a informar sobre el paradero de las víctimas. Es
importante señalar que no se trata de incidentes aislados, sino de operaciones cuidadosamente
planificadas con fines de control social y político.
En muchos casos, las víctimas son llevadas a centros clandestinos preestablecidos, donde son
sometidas a torturas físicas y psicológicas con el objetivo de destruir su voluntad y su
capacidad de resistencia. Esta táctica está diseñada para sembrar miedo e incertidumbre, con
el objetivo de debilitar a las organizaciones sociales que el Estado percibe como una amenaza.
El uso sistemático de la desaparición forzosa en Guatemala
En Guatemala, durante el conflicto armado interno (1960-1996), la desaparición forzosa se
implementó como una práctica sistemática destinada a sofocar cualquier intento de
transformación social. Según la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH), esta táctica
fue parte de una estrategia de inteligencia que buscaba desarticular los movimientos sociales,
estudiantiles, obreros, campesinos y religiosos que el Estado percibía como proclives a la
insurgencia. Más de 40,000 personas desaparecieron durante ese período.
Impacto psicosocial y la ruptura del tejido social
El impacto de la desaparición forzosa en Guatemala no se limitó a las víctimas directas, sino
que generó un profundo trauma psicológico en las familias y comunidades afectadas, cuyas
secuelas aún son palpables en la sociedad guatemalteca. Los familiares de los desaparecidos
han vivido durante décadas en un estado de incertidumbre, privados de la posibilidad de vivir el
duelo o de obtener justicia, lo que ha causado una angustia constante y ha debilitado el tejido
social. La falta de respuestas ha erosionado la confianza, un elemento esencial para la
cohesión social, dejando heridas emocionales profundas que alimentan un sentimiento
prolongado de injusticia e inseguridad. A nivel social, la desaparición forzosa debilitó o, en
algunos casos, desintegró las redes comunitarias y las organizaciones sociales. Esta práctica,
además, contribuyó a la normalización de la impunidad, fortaleciendo la desconfianza en el
Estado, en sus instituciones de justicia y en las fuerzas de seguridad.
Ejemplos recientes: Venezuela y Nicaragua
Venezuela: El caso de María Oropeza
En Venezuela, la desaparición forzosa sigue siendo utilizada como una herramienta represiva
bajo el gobierno de Nicolás Maduro. Un ejemplo reciente es el de María Oropeza, una activista
por la libertad y coordinadora de la campaña de la líder opositora María Corina Machado. El 6
de agosto de 2024, María Oropeza fue detenida de manera arbitraria por agentes de la
Dirección de Contrainteligencia Militar (DGCIM), tras haber criticado públicamente la
«Operación Tun Tun», una campaña gubernamental que alentaba a la denuncia de opositores.
Durante su detención, María transmitió en vivo cómo los agentes irrumpían en su hogar sin una
orden judicial. A pesar de la clara evidencia de su arresto, las autoridades venezolanas
negaron tenerla bajo custodia, lo que dejó a su familia en un estado de angustia e
incertidumbre. María fue llevada a un centro clandestino donde permaneció incomunicada
durante dos meses, siendo sometida a torturas psicológicas y físicas. Actualmente, María sigue
privada de su libertad en El Helicoide, Venezuela. Su caso es un ejemplo emblemático de cómo
la desaparición forzada se utiliza no solo para silenciar a los disidentes, sino también para
enviar un mensaje claro de represión a toda la sociedad.
Nicaragua: Desapariciones forzadas bajo el régimen de Ortega
En Nicaragua, el régimen de Daniel Ortega ha adoptado la desaparición forzosa como un
mecanismo clave para silenciar a los opositores. Un caso representativo es el de Brooklyn
Rivera, un diputado indígena detenido en marzo de 2023, y de la periodista Fabiola Tercero,
arrestada en julio de 2024. Desde su detención, no se ha sabido nada de su paradero, y el
régimen ha negado cualquier conocimiento de su situación. Estas desapariciones se enmarcan
en un patrón de represión política en Nicaragua, donde el gobierno de Ortega ha intensificado
las desapariciones para generar un clima de terror.
Desaparición forzosa como una herramienta de represión
La desaparición forzosa no es simplemente un mecanismo más de represión estatal, sino una
de las tácticas más brutales y sistemáticas diseñadas para desarticular cualquier forma de
oposición. Su uso prolongado en América Latina ha demostrado su efectividad para sofocar
movimientos sociales, eliminar a líderes comunitarios, activistas y disidentes, y enviar un
mensaje claro: la resistencia será castigada con desaparición, tortura, encarcelamiento
indefinido e incluso la muerte. Esta táctica no solo elimina físicamente a los disidentes, sino que
destruye las redes de solidaridad y resistencia, promoviendo la autocensura y la inacción. Al
mismo tiempo, refuerza la impunidad y debilita la institucionalidad, la gobernabilidad y la
seguridad de los Estados que recurren a ella, como se ha visto en países como Guatemala,
Venezuela y Nicaragua. La desaparición forzosa, por su carácter sistemático, es utilizada por
regímenes autoritarios para perpetuar su poder a través del miedo y la desmovilización de las
sociedades afectadas.