Ahora bien, a pesar de que muchos procesos celebrados en 2023 verán sus frutos en 2024, particularmente los procesos electorales, esto no significa que será un camino fácil, dado que actualmente Latinoamérica enfrenta muchos obstáculos desde diferentes frentes, como el económico, el político y el social. Por ende, merece la pena reflexionar sobre lo que se podría esperar en este nuevo año y de qué manera la región cuenta o no con las herramientas para superar estas dificultades.
Economía:
El 2023 ha probado que el tema económico en América Latina no está aislado, sino que este está altamente influido por aspectos sociales y, particularmente, políticos. Por ello, no nos debería de extrañar que las perspectivas económicas para el 2024 sean borrosas, tomando en cuenta que la inestabilidad política y los retos en temas de seguridad regional y local han marcado la agenda a lo largo del último año. Es cierto que, en algunos países, tales como Argentina, los frutos que se sembraron en 2023 empezarán a generar buenas cosechas en 2024. No obstante, no podemos esperar que el cambio sea de la noche a la mañana, ya que los países primero deberán enfrentar un período de estricto reajuste, tanto económico, como social, para poder superar el daño causado por tantos años de políticas económicas irresponsables y sin medida.
De forma general, un hecho que es evidente es que, si la región de Latinoamérica tiene una verdadera intención de mejorar los estándares de vida actuales, esta debe emprender un camino con pisada firme para superar la barrera del 4 %, el mínimo para garantizar prosperidad en cuanto al crecimiento económico. A partir del fin de la pandemia de Covid – 19, la región ha sido incapaz emprender una verdadera recuperación económica, principalmente porque esta se ha frenado debido a desafíos, tanto internos, como externos. No obstante, el resultado ha sido una marcada desaceleración económica que únicamente ha incrementado la brecha de desarrollo entre los diferentes sectores sociales, lo cual, eventualmente, ha generado una mayor convulsión social.
Claramente, uno de los factores que ha tenido mayor impacto sobre ese lento crecimiento ha sido la inestabilidad jurídica que ha marcado las dinámicas económicas en el último año. Esto se debe a que varios países, que en su momento se presentaban como nichos de oportunidades comerciales, han demostrado un bajo nivel de certeza jurídica y competitividad en el escenario internacional. En otras palabras, esto significa que, en 2023, varios países han dejado ejemplos sobre cómo la justicia no es imparcial, sino que esta responde a los intereses de unos pocos. Por ende, esto ha alejado muchas oportunidades de atracción de empresas, principalmente aquellas interesadas en las estrategias de nearshoring, ya que consideran que los riesgos jurídicos son un costo muy alto que, en muchos casos, no están dispuestos a asumir. Asimismo, relacionado con la baja capacidad judicial, otro factor que ha desincentivado la inversión extranjera en la región ha sido las altas tasas de inseguridad y la influencia que tienen los grupos criminales sobre la economía en países como Ecuador y México.
Es cierto que el 2024 será un año de mucha incertidumbre económica en la región, dado que las expectativas de cambio están en el aire. Sin embargo, también es cierto que América Latina cada vez se está convirtiendo más en un aliado indispensable en temas económicos, especialmente aquellos relacionados con la transición energética, la digitalización y el desarrollo tecnológico para las grandes potencias. Ahora bien, para que estas oportunidades se conviertan en verdaderos ejes de crecimiento para la región, es necesario que los países fortalezcan sus canales de negociación y refuercen sus instituciones, de manera que se presenten al mundo como compañeros de negocios confiables y con capacidad suficiente para emprender nuevos negocios. Por ejemplo, Ecuador tiene una gran oportunidad de relanzarse al mundo del comercio internacional de la mano de su nuevo presidente Noboa quien ya ha mostrado una buena disposición para mejorar las perspectivas económicas del país, alejado del crimen organizado. De forma similar, parece que Guatemala finalmente entrará en la jugada de la economía regional, dado que el nuevo presidente Arévalo ha remarcado que una de sus prioridades de gobierno será la aprobación de la Ley de Competencia, lo cual reducirá el impacto de los sectores protegidos del país y forzará a que las empresas sean más competitivas.
Por último, el país que generará la mayor expectativa en lo económico será Argentina, quien dará un giro total sobre la manera en la que se conduce en el gasto y la administración pública. Con la victoria de Javier Milei, podríamos esperar el fin de una economía asistencialista, una reducción al mínimo del gasto público y un reajuste en la manera en la que se distribuye las obligaciones estatales. Evidentemente, y como ya lo reconoció el propio Milei, estos cambios no tendrán resultados favorables de manera inmediata, sino que serán, por lo menos, dos años de una marcada estanflación, es decir, una combinación de desempleo e inflación, antes de que la nueva política económica pueda rendir frutos. Sin embargo, esta tendencia estará contrabalanceada por una mayor confianza a nivel internacional, dado que, desde los primeros días después de la victoria del nuevo presidente, muchas empresas han mostrado una mayor disposición a trabajar con Argentina, debido a la esperanza de una mejor gestión pública. Por lo tanto, el verdadero reto en Argentina, quien llevará la batuta del cambio económico en la región, será balancear esos desajustes provocados por las modificaciones en las políticas económicas con las nuevas oportunidades de negocio, como resultado de las altas expectativas que se tienen en el nuevo gobierno, de manera que se reduzca el riesgo de una crisis social.
Política:
Es cierto que la economía es el motor que mueve a los países, no obstante, si no existe una buena gestión de los recursos por parte de las instituciones políticas, es muy probable que el resultado sea desfavorable para la mayor parte de la población. Por ello, el próximo año, al igual que en el 2023, el tema político será crucial para el desarrollo de América Latina. En esta ocasión, la lupa estará puesta sobre la región centroamericana, ya que en los últimos años se ha visto una clara transición hacia una política más autoritaria y antidemocrática. Por ende, los dos procesos que serán cruciales en 2024 serán la transición de poder y los primeros meses de gobierno en Guatemala y las elecciones Presidenciales en El Salvador. Asimismo, otro acontecimiento que será sumamente relevante para la estabilidad regional será el proceso electoral venezolano, en donde veremos una pugna entre la comunidad internacional que presionará con sanciones económicas para que exista una verdadera competencia democrática y unas instituciones que obstaculizarán el camino de la oposición.
Desde el inicio del 2023 hemos visto cómo la calidad democrática en Guatemala se ha deteriorado y el proceso electoral fue una muestra de ello. En primer lugar, varios candidatos que se presentaban como claros contrincantes del oficialismo fueron descalificados de la carrera y muchas candidaturas pendieron de un hilo debido a procesos administrativos menores. Posteriormente, en la primera vuelta electoral un candidato outsider dio una gran sorpresa al posicionarse como un contrincante con altas posibilidades de ganar, sin embargo, dado que este no era un factor que se había considerado previamente, a partir de este momento inició una campaña de intimidación y persecución contra el partido político. Aún así, el partido de oposición, Movimiento Semilla, consiguió la Presidencia en la segunda vuelta con una victoria arrasadora marcada por un voto joven y urbano. Consecuentemente, debido a que este partido es contrario a los intereses de las élites tradicionales, en los últimos meses Guatemala ha visto cómo los resultados electorales se han cuestionado y el propio partido ganador, incluyendo al binomio electo, ha sufrido una persecución penal incesante, hasta el punto de cancelar la organización política mediante el montaje de un caso penal en su contra. En este momento, la transición de poder en enero todavía es un incógnito, incluso tomando en cuenta los esfuerzos de la comunidad internacional para presionar por el resguardo de la democracia en el país. Por ello, actualmente el régimen democrático en Guatemala depende de tres eventos: la toma de posesión de Arévalo en enero, el cese de la persecución penal contra el partido electo y la eliminación de los bloqueos institucionales que se han creado para evitar la gestión eficiente del ejecutivo en sus primeros meses de gobierno.
Seguidamente, otra realidad que deberá enfrentar la región latinoamericana en el 2024 tiene que ver con la inminente reelección, inconstitucional, del actual presidente salvadoreño, Nayib Bukele. A lo largo de los últimos cinco años, el mundo ha presenciado el surgimiento de una nueva forma de gobierno, ya que, de la mano de Bukele, se ha acelerado la aparición del autoritarismo competitivo en el centro de América Latina. Poco a poco el dictador cool ha empleado una estrategia en la que, con una mano se ocupa de las necesidades cruciales de la población, en este caso la inseguridad por las maras, y con la otra, destruye cualquier tipo de institucionalidad modificando las reglas del juego de acuerdo a sus intereses. Las modificaciones territoriales, la reducción del Congreso, la instauración de sus aliados en el poder judicial y la modificación de la Constitución para asegurar su reelección, le han permitido a Bukele concentrar todo el poder en el ejecutivo y eliminar cualquier rasgo división de poderes. Por ende, el proceso electoral del 2024 es uno que ya tiene los resultados dictados y únicamente servirá como mecanismo para consolidar el poder y la legitimidad del líder más popular y antidemocrático de la región.
Asimismo, otro proceso electoral que funcionará como un parteaguas en la región serán las elecciones Presidenciales en México. Tal y como lo han mencionado las autoridades electorales en el país, uno de los principales riesgos en este evento será la amenaza de la violencia política por parte del crimen organizado, el cual podría desestabilizar el proceso y aumentar la polarización en la sociedad, similar a lo que se vivió en Ecuador. Ahora bien, otro riesgo importante es la crisis de representatividad por la que está atravesando la sociedad mexicana. A diferencia de otros eventos electorales, actualmente vemos un claro debilitamiento de la alianza política tradicional liderada por el PRI, el PAN y el PRD, junto con una desafección generalizada hacia el partido de gobierno, MORENA, lo cual genera incertidumbre sobre quién podría asumir el liderazgo. Asimismo, la inestabilidad política y social que amenaza a los Estados mexicanos, tales como Nuevo León y Sinaloa, aumenta la presión sobre el próximo gobierno central para que este asuma una política más decisiva para la resolución de los problemas principales, como es el crimen organizado, la migración y el tráfico de drogas. Por lo tanto, en principal reto para el 2024 es que alguno de los candidatos pueda asumir ese papel de liderazgo que ha faltado en los últimos años de gobierno y así, reduzca la convulsión social que ha caracterizado a México en el 2023.
El último punto que pondrá a prueba la resiliencia institucional y política de la región son las elecciones generales en Venezuela, en donde en los últimos meses hemos visto el desarrollo de una pseudodemocracia marcada por la inhabilitación de candidatos a la oposición y la captura de las instituciones electorales. Es evidente que la calidad democrática venezolana se perdió hace mucho tiempo, no obstante, el 2023 demostró que, aunque no existe un régimen democrático como tal, la ciudadanía todavía está dispuesta a luchar por él, principalmente después de la victoria de María Corina Machado en las primarias de la oposición. Claramente, estas primarias fueron un ejemplo de que la oposición tiene todas las posibilidades de derrotar a Nicolás Maduro en la carrera Presidencial, sin embargo, si las autoridades electorales no levantan las sanciones a los candidatos de oposición, nuevamente las elecciones solo serán una fachada del autoritarismo que ha marcado la política en Venezuela. La amenaza de las nuevas sanciones económicas al gobierno de Maduro podrían ser la última oportunidad para rescatar los pocos indicios que quedan del ejercicio democrático. Consecuentemente, aunque es poco probable, es posible que la continuidad del régimen chavista se vea interrumpida y finalmente Venezuela pueda resurgir del aislamiento en el que se ha mantenido en la última década.
Social:
Un último reto que reúne los aspectos discutidos anteriormente, tanto lo político, como lo económico, tiene que ver con la crisis migratoria que amenaza a todos los países de Latinoamérica. Esto se debe a que, en algunos países el origen de las olas masivas de migración se encuentra en la inestabilidad política, como es el caso de Nicaragua, mientras que en otros casos las condiciones económicas los obligan a encontrar mejores oportunidades en países más desarrollados. Ahora bien, el problema de la migración no solo afecta a los países de origen y el destino, sino que también a los territorios que sirven de paso, dado que esto supone una crisis de seguridad local, como el caso de Costa Rica y Colombia. Por ende, es evidente que la crisis migratoria es un problema transversal a lo largo de la región y este únicamente podrá resolverse mediante un esfuerzo conjunto.
Es cierto que la migración masiva es un problema generalizado, sin embargo, la particularidad del caso nicaragüense merece un análisis a profundidad. La crisis migratoria que está enfrentando Nicaragua en la actualidad, evidentemente es resultado de la dictadura encabezada por Daniel Ortega, sin embargo, este es un fenómeno relativamente nuevo, por lo que afecta las proyecciones de los países destino. Entre los principales afectados por el éxodo de nicaragüenses han sido Estados Unidos y Costa Rica, quien ya declaró una emergencia nacional, dada la incapacidad de gestión para controlar el incremento de migrantes en sus fronteras. Sin embargo, dado que este fenómeno migratorio en particular es producto de una variable política, principalmente la represión del régimen, se podría esperar que, en los próximos años, a manera que incremente la política represiva y de persecución por parte del ejecutivo, la migración también aumentará, incrementando así la presión fronteriza en la región. Ahora bien, también es importante mencionar que el perfil del migrante ha cambiado en este último año, ya que antes, el migrante promedio carecía de altos niveles de educación, por lo que no aportaba nada a las economías de destino; en cambio, ahora, la mayor parte de los nicaragüenses que salen de su país son profesionales capacitados, por lo que podría suponer un riesgo para la fuerza laboral en los países a los que lleguen.
Partiendo del análisis anterior, es evidente que en los próximos años la migración tendrá un efecto muy importante sobre los países que cumplen la función de puentes, tales como Costa Rica y Colombia con el Tapón del Darién. Esto se debe a que la mayor parte de estos pasos carecen de seguridad y exponen a los migrantes a condiciones extremas. Por lo tanto, el reto de los países será fortalecer la seguridad fronteriza, al igual que la colaboración interregional, de manera que, por un lado, se reduzca el éxodo migratorio mediante la mejora de las condiciones locales, y, por otro lado, se incremente la seguridad en las fronteras, de manera que estos pasos, como el Darién, no sean focos de violencia y condiciones geográficas extremas. En general, el objetivo regional debería de ser el establecimiento de rutas seguras para los migrantes y el aumento de los recursos para reducir la frecuencia de estas olas migratorias.
Es evidente que el 2024 no será un año fácil para Latinoamérica, muchos retos pondrán a prueba la resiliencia de la región y su capacidad de reacción a los problemas que puedan surgir. Por ello, la estabilidad institucional será más importante que nunca, dado que esta pondrá a disposición las herramientas necesarias para crear nichos de oportunidad, o no. Ahora bien, también hay que resaltar que, ya que muchos de los retos son compartidos a lo largo de toda la región, es importante que los gobiernos recuperen los canales de comunicación y negociación, de manera que la integración regional se fortalezca y el desarrollo económico y social sea más homogéneo y así se reduzcan las brechas de crecimiento dentro de la región. Consecuentemente, aunque los retos son grandes, las oportunidades para aprovechar las tendencias globales también lo son, por lo tanto, únicamente se necesita la disposición y voluntad de negociación por parte de los países para superar los retos de forma conjunta.