En la actualidad, Centroamérica se encuentra inmersa en un período de agitación política que ha atraído la atención de la comunidad internacional. Esta región, que históricamente ha sido identificada con la proliferación de regímenes autoritarios, dictaduras y líderes populistas, enfrenta una serie de desafíos políticos y sociales significativos. Entre los eventos recientes que generan inquietud en estas nacientes democracias se encuentran las manifestaciones en Guatemala en defensa de la integridad de los procesos electorales, las protestas en Panamá en respuesta a decisiones legislativas controvertidas, las aproximaciones de Honduras a la República Popular China, y la posibilidad de una reelección de un líder autoritario en El Salvador. Este proceso de socavamiento institucional, que se ha materializado a través de figuras políticas como Nayib Bukele, ha permitido la concentración del poder. El debilitamiento institucional ha sido exponencial para el país en tan solo un mandato de Bukele y la consolidación de las relaciones con China han dejado a Estados Unidos sin espacio para maniobrar. Así es como un dictador se reelige.
Desde inicios de su campaña para 2019, el partido que le dio la victoria a Bukele, Nuevas Ideas, se conformó con él como figura central de poder y autoridad. La imagen del partido y la propuesta que se ofrecía era la renovación de la política en el país con Bukele como figura principal. Muchas de las decisiones que vemos en este primer periodo de Bukele está repleto de formas de poder personalista explícito. Cosas como las destituciones, despidos y decretos por medio de tweets, fueron señalados como una manera innovadora de ejercer. Sin embargo, representan una realidad más perversa: la degradación institucional. Las primeras muestras del peligro que Bukele representaba fueron el ataque abierto a los medios de comunicación reconocidos a nivel continental. Los periodistas que denunciaban los abusos de poder que Bukele estaba cometiendo dentro de la administración eran perseguidos y la libertad de prensa también empezó a ser atacada con periodistas exiliados del país. El siguiente episodio de cambios autoritarios fue el “Bukelazo”, episodio donde el presidente forzó la entrada de el ejército al Congreso, para presionar los votos suficientes y financiar el plan de seguridad. Además estas peleas no se quedaron entre legistativo y ejeutivo; sino también contra el judicial. La Sala Constitucional se ha enfrentando mediante resoluciones pidiendo que las acciones arbitrarias del presidente cesen, pero la respuesta han sido tweets aclarando que no acatará dichos acuerdos.
A pesar de estos episodios autoritarios, la popularidad del presidente experimentó un significativo aumento gracias a su efectiva política de seguridad, poducto de los acuerdos alcanzados con líderes de las maras en el país. Este éxito se reflejó en las elecciones legislativas de 2021, en las cuales el partido Nuevas Ideas arrasó con una supermayoría de 84 escaños. Con el poder ejecutivo y legislativo bajo su control, Bukele comenzó a tener la cooperación necesaria para llevar a cabo su visión de «gobernar por la ley». Inició la destitución de jueces de la Sala Constitucional de la Corte Suprema y del Fiscal General, con una clara intención de influir en los pocos poderes que aún ejercían algún grado de control sobre su poder.La cancelación de la Comisión Internacional Contra la Corrupción y la Impunidad en El Salvador (CICIES) también se sumó a sus acciones, disminuyendo la capacidad de fiscalización y persecución de evidentes abusos y acuerdos que estaban siendo denunciados. En tan solo un año, el presidente y el congreso aprobaron la destitución de casi 250 magistrados y jueces del sistema judicial. Estas decisiones, en su conjunto, han generado una creciente preocupación sobre el respeto al estado de derecho y la independencia de los poderes en El Salvador.
La consolidación del poder de Nayib Bukele ha sido gradual y está estrechamente vinculada a su evidente intento de gobernar sin restricciones, siguiendo sus propias directrices, adoptando un enfoque personalista de liderazgo. En este momento, nos encontramos en el inicio de la campaña electoral para las elecciones presidenciales de 2024, y anteriormente se cuestionaba si el presidente buscaría algún mecanismo para lograr la reelección. A pesar de que la Constitución de El Salvador prohíbe la reelección presidencial en varios de sus artículos, que buscan preservar la alternancia en el poder, revocar el mandato de aquellos que no respetan el período constitucional y prohibir la candidatura de quienes ya han ejercido el cargo, Bukele ha trabajado incansablemente durante su mandato en la purga de los poderes judiciales que podrían haber actuado como contrapesos en el país.
La depuración de jueces, el control del Congreso y e de la fiscalía han sido parte de sus esfuerzos por socavar el sistema salvadoreño. Actualmente, no existen controles institucionales ni garantías en el país, lo que hace que la candidatura del presidente sea factible. A pesar de las críticas de la comunidad internacional y las posibles preocupaciones derivadas de sus acciones, Bukele enfrenta escasa presión debido a su estrecha relación con China. Desde el inicio de la pandemia, El Salvador ha fortalecido sus lazos con China, un país que ha realizado importantes inversiones en infraestructura y ha financiado diversos proyectos en la nación centroamericana.
A pesar de estas sólidas relaciones con China y el desconocimiento de Taiwán, Estados Unidos envió a su Secretario de Estado en una visita para promover la agenda democrática, justo en la misma semana en que se confirmó la inscripción de Bukele como candidato para las elecciones de 2024. Esto ilustra la falta de preocupación de Bukele por cualquier tipo de presión externa, ya que cuenta con aliados poderosos y un control sólido sobre el sistema salvadoreño.
La acumulación de poder de Nayib Bukele han sido progresivas y van de la mano de un claro intento de poder gobernar sin ningun contrapeso y acatando lo que él diga; gobernar de manera personalista. Ahora estamos en el inicio de la campaña electoral para las elecciones presidenciales de 2024 en las cuales estaba en duda si el presidente buscaría alguna manera de poder alcanzar la reeleción. A pesar de que la Constitución de El Salvador prohibe la reelección de presidente en seis artículos diferentes que consideran la protección a al alternabilidad de poder, revocar el poder a quien no respete el período constitucional y prohibición de presentación a candidatura a quien ya estuvo en el poder; Bukele ha trabajado a lo largo de su gestión la depuración de los poderes judiciales que podrían salvar el orden en el país. Depurar a jueces, controlar el congreso y eliminar a la fiscalía fueron parte de los ataques para destruir el sistema salvadoreño. Ahora, no existen controles institucionales ni garantías en el país por lo que la candidatura del presidente, será viable. A pesar de las condenas de la comunidad internacional y posibles preocupaciones por estas acciones hay poca presión que ejercer sobre el Bukele. Desde la pandemia ha existido un acercamiento con las relaciones de El Salvador y China, país que ha hecho grandes inversiones en infraestructura en el país y financiamiento a diferentes proyectos. Aún con las fuertes relaciones con China y el desconocimiento de Taiwán, Estado Unidos realizó una visita por parte del Secretario para promover la agenda democrática la misma semana que la inscripción de Bukele para las elecciones 2024 se confirmaron. Por lo que a Bukele no le importa que tipo de presiones se puedan ejercer cuando cuenta con aliados fuertes y control del sistema salvadoreño y se consolida en el poder.