Guatemala se dirige hacia un cambio de época y Ecuador regresa a la polarización del pasado

Real Instituto Elcano, España
Este 20 de agosto va a ser una jornada electoral muy intensa en América Latina. Dos países acuden a las urnas.

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1-. Guatemala para elegir en segunda vuelta a su presidente/a para los próximo 4 años (2024-28)

2-. y Ecuador para escoger al sucesor/a de Guillermo Lasso pero en este caso solo para completar el año y medio que le restaba de presidencia.

Guatemala, unas elecciones de fin de época

Guatemala celebró la primera vuelta el 25 de junio y estos comicios se han convertido en unas elecciones con características de fin de época. A segunda vuelta pasó una candidata (Sandra Torres) que representa el sistema que ha estado gobernado Guatemala desde al menos 2008. Torres fue mano derecha de su esposo, el presidente Álvaro Colom (2008-2012) y luego ha liderado el partido más fuerte del país (la UNE) que ha pactado con las diferentes administraciones entre 2012 y 2024.

Enfrente su rival, Bernardo Arévalo, encarna una izquierda moderada y reformista pero supone un cambio con respecto a la forma de gobernar el pañis y un reto para los grupos que han manejado las diferentes administraciones.

Los resultados del 25 de junio se convirtieron en una gran sorpresa. En medio de una elevada fragmentación del voto, superior a la de 2019 (el partido más votado en 2023 no llegó al 16%, mientras que esa misma fuerza -la UNE- cuatro años superó el 25%), la más votada fue, como se preveía, Sandra Torres, pero con poco más del 15,7% frente al 25% previsto. No le acompañó a la segunda vuelta ni Edmond Mulet (que de un 13% previsto se quedó en el 6%) ni Zury Ríos que incluso estuvo por debajo de lo esperado (del 9 al 6%). Ambos fueron los grandes derrotados de la jornada.

Los triunfadores de la jornada fueron el voto nulo/blanco y Arévalo apoyado por su Movimiento Semilla. La crisis de credibilidad del sistema engendró el voto nulo y elevó a Arévalo a una segunda vuelta, fenómeno que nadie había contemplado:

1-. El voto bronca y de rechazo al sistema que tratara de canalizar Carlos Pineda al final se vehiculó sobre todo a través del voto nulo (17,3%) que fue la opción que más apoyo concitó (casi dos puntos más que Torres) y el blanco (7%): casi un cuarto de los votantes no mostraron su respaldo a ningún candidato. En 2019 el voto nulo apenas superó el 4% y en blanco el 9%. Además, hubo un 39,4% de abstención, que aumentó con respecto a la primera vuelta en 2019 cuando llegó al 37,8%.

2-. Pero fue Bernardo Arévalo quien dio la gran sorpresa. Las encuestas no le otorgaban ni un 2,8% de intención de voto y, sin embargo, acabó superando el 11% y de 5 diputados previstos alcanzó 24 convirtiéndose Semilla en la tercera bancada.

Fuente: Statista

Sin redes clientelares, sin pactos con grupos de poder y medios, ni financiamiento, solo con recursos propios y una muy buena campaña en redes sociales logró acceder a la segunda vuelta. El fenómeno Semilla, que en el área metropolitana fue el más votado con más del 28%, estuvo en la campaña por debajo del rádar social y de los sondeos. Arévalo logró colocar una narrativa basada en la lucha contra la corrupción que caló, sobre todo, en zonas urbanas y entre los jóvenes, y se presentó como una alternativa diferente al resto, algo que no consiguió Mulet quien trató de jugar en un terreno intermedio (crítico del sistema pero no demasiado).

3-. Otras fuerzas exitosas fueron el partido oficial (Vamos) que pese al descrédito del gobierno acabó tercero (7%), con la mayor bancada (39 diputados) y mayor número de alcaldías (126) y la de VIVA, que superó también el 7%, gracias al tirón electoral de Alfonso Portillo -candidato a diputado- y al disciplinado voto evangélico. De todas formas, el oficialismo no escapó de otra ley no-escrita: nunca un partido oficial desde hace 20 años logra entrar en el balotaje: no lo consiguieron el FRG en 2003, GANA en 2007, la UNE en 2011, el PP en 2015, FCN en 2019 o el propio Vamos en 2023.

En general, los partidos más apegados al sistema, pese a su fragmentación, consiguieron confirmar entre todos una bancada muy numerosa, de en tono a 100 de los 160 diputados entre Vamos (39), UNE (27), Viva (18), Cabal (11), Valor (7), Unionistas (5) o Todos (6). De forma paralela, mucha de la clase política tradicional desapareció: FCN, Jimmy Morales, los Baldizón… no lograron escaño. Semejantes resultados evidenciaron que el sistema tiene sus límites: está capturado por intereses pero no amañado, entre otras cosas porque la hiperfragmentación y el deseo de cambio merman su margen y su capacidad de acción.

De todas formas, el proceso electoral siguió marcado por la judicialización. Lo que más lo perturbó fue la decisión del Tribunal Supremo Electoral de suspender la oficialización de los resultados de las elecciones porque la Corte de Constitucionalidad había otorgado un amparo provisional a nueve partidos que consideraban que existía un “riesgo y amenaza inminente” en caso de adjudicación de cargos por la existencia presuntas irregularidades en las actas. La Corte ordenó al Tribunal Supremo suspender temporalmente la oficialización de los resultados hasta completar la revisión de papeletas, lo que creó un clima de gran incertidumbre y crecientes rumores: temor a que no pudiera celebrarse la segunda vuelta,  que se diera pie a la exclusión de Semilla o que se estuviera produciendo una especie de “golpe blando”. En especial porque no parecía lógico proceder a un recuento general cuando, según los datos oficiales del TSE, el día de las elecciones apenas se impugnaron el 0,1% de los más de 5 millones de votos válidos.

La respuesta del sector privado (por ejemplo el Cacif), de los partidos que quedaron fuera de la segunda vuelta (Mulet reconoció el recuento), de la sociedad y de la comunidad  internacional fue inmediata ante el temor de que existiera un intento de alterar los resultados. La población se movilizó en redes para certificar que la mayoría de las actas estaban correctas. La Misión de Observación Electoral de la Organización de Estados Americanos (MOE – OEA) indicó en un comunicado que las impugnaciones de las elecciones fueron pocas por lo que no existían razones para pensar en que hubiera habido irregularidades. Y la delegación de la Unión Europea en Guatemala y varias embajadas, entre ellas la de España, pidieron que se respetara la «integridad» del proceso electoral y «la voluntad ciudadana manifestada con claridad».

Las revisiones de las 23 Juntas Electorales Departamentales (JED) no variaron sustancialmente los resultados preliminares ya que un 83% de las audiencias de revisión mostraban que no hubo cambios en las curules del futuro Congreso, ni en las corporaciones municipales, ni en los partidos que habían accedido a la segunda vuelta. Tras días de tensión creciente y rumores (el propio Giammattei tuvo que publicar un comunicado asegurando que no alargaría su periodo presidencial) la la Corte Suprema de Justicia (CSJ) resolvió  que el TSE cumplió con lo ordenado por la CC y se procedió a la oficialización de resultados electorales por parte del TSE.

Sin embargo, la tensión política no solo no disminuyó sino que experimentó un salto cualitativo el 12 de julio: el TSE oficializaba ese día la segunda vuelta entre Sandra Torres y Bernardo Arévalo mientras, de forma paralela, la Fiscalía Especial contra la Impunidad, a cargo de Rafael Curruchiche, hombre muy ligado al régimen, dio a conocer que el juzgado Séptimo de Instancia Penal había ordenado la suspensión de la personalidad jurídica de Semilla por un supuesto caso de corrupción e indicios de que más de 5.000 ciudadanos fueron adheridos ilegalmente a este partido. El fiscal lo calificó como un “nuevo caso de corrupción e impunidad denominado Corrupción Semilla… (pues) existen indicios que posiblemente más de cinco mil ciudadanos fueron adheridos ilegalmente al Movimiento Semilla, falsificándole su letra y firma”. El fiscal creía que si Semilla gastó 175.000 quetzales en ese proceso y al desconocer el origen del financiamiento, habría ocurrido lavado de dinero. Esta decisión podía conllevar no solo que Semilla fuera clausurado sino que Arévalo no pudiera participar en la segunda vuelta. El candidato presidencial Bernardo Arévalo de León aseguró que la orden de un juez de suspender la personalidad jurídica del Movimiento Semilla constituía “un golpe de Estado técnico”.

Arévalo y Semilla se vieron, indirectamente, favorecidos por todos estos sucesos porque se incrementó el grado de conocimiento entre la población y les rodeó una oleada de apoyo y solidaridad al ser vistos como víctimas de una campaña que buscaba, asimismo, desconocer el voto ciudadano: primero con la revisión de votos que ordenó la CC a petición de nueve partidos que presentaron 161 actas como pruebas de un supuesto fraude. Y luego, con el intento de cancelar a Semilla y dejarlo fuera de la segunda vuelta cuando la Fiscalía Especial contra la Impunidad reactivó una denuncia de 2019 de un afiliado que denunció haber sido inscrito a la organización sin su consentimiento.

En medio de ese turbulento contexto arrancó desde mediados de julio al 18 de agosto la campaña para la segunda vuelta a la que habían accedido dos figuras (Torres y Arévalo) que no habían logrado entre ambos ni el 30% de los votos en la primera vuelta: los medios internacionales hablaron de un duelo entre dos opciones de izquierda pero en verdad lo fue entre una opción prosistema (Sandra Torres) y una de carácter reformista y crítica con el modelo vigente (Bernardo Arévalo de León).

Sandra se presentó como la alternativa menos mala frente a un presunto “peligro marxista” encarnado por Arévalo y activó las redes evangélicas de su vicepresidenciable levantando la bandera de defensora de los valores tradicionales ante el peligro de que Arévalo pusieran en marcha la “Agenda 2030” y medidas proaborto y en favor de los derechos sexuales. Sandra, demonizada durante años por las derechas, asumió un lenguaje y mandó unos mensajes en la defensa de la familia y los valores: “Sabemos de dónde viene el financiamiento de ellos [Movimiento Semilla]; sabemos que quien les dio los votos fue el MLP [Movimiento para la Liberación de los Pueblos], fue Codeca [Comité de Desarrollo Campesino], Thelma Cabrera y creemos que ellos están en contra de la familia, vida y de la libertad religiosa”.

Arévalo trató, desde el primer momento, de alejar los fantasmas que se cernían sobre su figura (enemigo de la propiedad privada, proabortista…): su esfuerzo se dirigió a explicar el plan de gobierno (sin duda el más completo y serio de los presentados por los partidos). Aseguró que no habría subida de impuestos (apostaba por hacer más eficiente la recaudación combatiendo la corrupción y el contrabando), ni alineamiento con China sino buenas relaciones con Pekín y Taiwán dentro de una política exterior independiente. Además, se mostró como un reformista (su posición izquierdista se vinculó al modelo del uruguayo Mujica), respetuoso con “todo tipo de propiedad privada” -alejó temores de un proceso de expropiación de tierras-, partidario del aborto pero solo del terapeútico y de facilitar el acceso a la salud fortalecimiento el Seguro Social (creado por su padre en los años 40) y mediante el rompimiento del monopolio de las farmacéuticas estimulando la competencia entre privados.

La propuesta de Arévalo si bien moderada claramente dañaba intereses creados por su cruzada contra los privilegios y la corrupción que incluía judicialización, recuperación de instituciones, eliminando los espacios a la corrupción dentro de las instituciones y, sobre todo, cortar “el aceite que lubrica la corrupción …el presupuesto de obras del Estado, porque alrededor de ese presupuesto se tejen las voluntades corruptas del Ejecutivo, de los diputados, de alcaldes, de constructores corruptos. ¿Qué pasa cuando uno quita ese botín de la mesa? Eso es lo que nosotros podemos hacer como Ejecutivo. No vamos a permitir que se siga utilizando el presupuesto de obras como la gran vaca lechera de la corrupción. Esto funcionará en la medida en que la sociedad respalde el trabajo que se estará haciendo”.

Su plan de gobierno asimismo gira en torno a tres ejes o “grandes impactos”:

“Recuperar las instituciones que están secuestradas por la corrupción. Segundo impacto, empezar a generar las condiciones para una resolución estructural y sostenible de los grandes adeudos históricos del desarrollo. Pero, no concebido como curitas o parches para resolver algunos problemas. Sabemos que los 500 años de atraso, discriminación y racismo no los vamos a solucionar en cuatro años, pero sí podemos sentar las bases para que este sea el comienzo de un proceso en donde las instituciones comienzan a funcionar para cumplir con el bien común, llegando primero a los más necesitados en salud, educación, desnutrición, infraestructura. Esto es empezar a generar los cimientos de transformaciones estructurales para la generación de bienestar. El tercero es la recuperación del tejido económico del país. Tenemos que hacer que haya más empleo, pero debido a que  no nos van a alcanzar las fuentes de empleo para todas las personas, necesitamos que haya más posibilidades para el emprendimiento”.

Antes de las elecciones del 20 de agosto, las encuestas dan como claro favorito a Arévalo en la segunda vuelta. El primero fue el sondeo de CID Gallup, que le otorgaba un 63% en la intención de voto, frente a solo un 37% de Sandra Torres.

Fuente: Fundación Libertad y Desarrollo

A Torres tampoco benefició no acudir a debates presidenciales como el de la Asociación de Gerentes de Guatemala (AGG). En este tipo de escenarios Arévalo pudo colocar su mensaje y mostrar un perfil moderado (partidario de la colaboración público-privada) y muy conectado con la sensibilidad de la ciudadanía (centrado en la lucha contra la corrupción y la pobreza así como el combate a la inseguridad apoyándose en el ejército sin caer en la tentación bukelista).

Sandra Torres prefirió, contraprogramando a Arévalo, presentar su programa de gobierno (del que carecía en primera vuelta) y aprovechar para atacar a Semilla como un peligro para los valores tradicionales y familiares: «Somos personas hechas y derechas. Los de Semilla todos son afeminados y son una pandilla de huecos [homosexuales], amigos y amigas». Expresiones como estas suponían una muestra muy clara de la creciente derechización de una Sandra Torres que con su suelo electoral sólido (de en torno al 35%) buscaba atraer sectores que históricamente le habían sido contrarios (los más conservadores).

Eso sí, sin variar sus tradicionales estrategias electorales (uso privilegiado de la televisión, utilización de vallas y acarreo de partidarios) de tipo clientelar que contrataban con las de Arévalo, basado en las redes sociales. Un claro duelo entre la vieja política y la nueva forma de hacer política. Ambos candidatos se dedicaron a tratar de captar el apoyo clave de los alcaldes electos: Torres buscando reactivar las redes clientelares y Arévalo prometiendo que no habría partidismo en el trato con los ediles en caso de ganar.

Este miércoles y jueves aparecieron las dos últimas encuestas que seguían dando como favorito a Arévalo con una amplia distancia con respecto a Torres:

-. En la de la Fundación Libertad y Desarrollo Bernardo Arévalo ganaría con 61% de intención de voto contra Sandra Torres que sólo llega al 39%, de los votos válidos. De los encuestados con alta probabilidad de asistir a votar, el 64% indicó su intención de voto por Bernardo Arévalo y 36% por Sandra Torres.

Fuente: Fundación Libertad y Desarrollo

-. En la encuesta de Prensa Libre, el proyecto presidencial del Movimiento Semilla concentra el 53.6% de la intención de voto, si se cuenta en relación con el total de sufragios emitidos. La Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) capta el 29%. En cambio, si se toma la intención de voto en relación con los votos válidos, es decir, eliminando la variable del voto en blanco o nulo, los porcentajes de los resultados cambian, sin que se modifique la tendencia de preferencia del votante encuestado. Bernardo Arévalo concentra el 64.9% de intención de voto, muy por arriba del 35.1% que dice que votaría por Sandra Torres.

Ecuador, elecciones en un ambiente convulsionado

Ecuador llevará a cabo la primera vuelta de las elecciones generales (presidencial y legislativa). Estas se han adelantado debido a la utilización por parte del Presidente Guillermo Lasso del mecanismo constitucional conocido como “muerte cruzada”, implementado para evitar un juicio político que podría haberlo destituido. Si la presidencia no quedase definida en la primera vuelta, se llevará a cabo un balotaje el 15 de octubre.

En la batalla electoral, ocho binomios compiten por la presidencia. La atención se centra en determinar si estas elecciones de 2023 serán un reflejo de las de 2021; es decir, si el correísmo, liderado por la exasambleísta Luisa González de Revolución Ciudadana –que actualmente encabeza las encuestas con entre el 28% y 30%–, logrará conquistar la presidencia en una o dos vueltas, o si el “anticorreísmo” se impondrá nuevamente en las urnas.

Entre los demás candidatos, destacan en las encuestas Jan Topic, Otto Sonnenholzner, Yaku Pérez, quien finalizó tercero en 2021, y Xavier Huertas, con porcentajes de intención de votos que varían de encuesta a encuesta.

Estos comicios son clave para definir el rumbo del país que atraviesa una gravísima crisis, con altos niveles de violencia y dos asesinatos políticos en las últimas semanas: el del alcalde de Manta, Agustín Intriago, y el del candidato presidencial Fernando Villavicencio que ocupaba un lugar destacado en las diversas encuestas.

Hecho que no hacen sino evidenciar el aumento de la violencia, los crímenes violentos relacionados con el narcotráfico y con los grupos de crimen organizado que se duplicaron en 2022 respecto al año anterior, como recoge Freedom House. De hecho, se contabilizaron 2.327 homicidios más, un incremento del 93,2% hasta alcanzar el total de 4.823, según informa el INEC.

Como apunta el analista Simón Pachano, “el asesinato de Fernando Villavicencio acelera el tránsito de Ecuador hacia un Estado fallido. El camino hacia ese destino pasa por la transformación, aun más rápida, en un narco-Estado. Colombia pasó por esta etapa y México la está viviendo mientras su balbuceante presidente sostiene que no se debe hurgar en el ovillo producto del entrelazamiento de la política con los carteles narcos. El atentado tiene todas las características de ese oscuro maridaje. Es un crimen político y a la vez es un producto del crimen organizado transnacional. Esto hace más compleja la investigación y la identificación de los autores intelectuales, que debería ser el principal objetivo del país en este momento. Hacia allá deben enfocarse los esfuerzos, sin estancarse en los autores materiales, que en estos casos son piezas desechables”.

Conclusiones

Guatemala camina hacia un cambio de época si triunfa Bernardo Arévalo en la segunda vuelta este domingo. Significaría la llegada al poder de una propuesta de carácter reformista y el final del sistema que encarna Sandra Torres y que ha hegemonizado el poder desde los años 90. Mientras, Ecuador se dirige hacia un regreso al pasado de la polarización correísmo vs anticorreísmo para la segunda vuelta en octubre.

Los dos electorados van a ejercer un voto de castigo a los oficialismos (Guatemala ya lo hizo en primera vuelta) y al sistema de partidos que ha predominado en el caso del país centroamericano en segunda vuelta. Un electorado que va a canalizar su frustración apoyando a alguien ajeno al sistema (Arévalo), contrario al gobierno (Ecuador) sin descartar nuevos “efectos Milei” si en la nación andina triunfara Topic.

La futura gobernabilidad no va a ser sencilla: en Guatemala el futuro gobierno no tendrá la primera mayoría en el Congreso que además será opositor y en Ecuador el futuro mandatario solo tiene un año y medio de gobierno por delante por lo que la dinámica electoral regresará poco.

Autores:
Doctor en Historia de América Latina por el Instituto Ortega y Gasset (Universidad Complutense de Madrid). Miembro del Instituto de Estudios Latinoamericamos de la Universidad de Alcalá y  professor en la…

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