Chile ha viajado en solo dos años de respaldar a una izquierda situada en el extremo del espectro político (2021) a apoyar a la derecha más conservadora en 2023. El país andino se aleja así de lo que le hizo grande: el espíritu de convivencia y consenso entre antiguos enemigos reconvertidos solo en rivales políticos con capacidad para el acuerdo de la era post-Pinochet.
Lo ocurrido en Chile el domingo tiene múltiples lecturas internas y también regionales. ¿Está Chile dando bandazos o los resultados son producto de cómo y quién voto? ¿El auge de la derecha extrema puede tener réplicas continentales?
Para algunos analistas como Ascanio Cavallo en El País Chile no ha dado bandazos sino que el voto obligatorio ha hecho salir a un electorado que no concurrió en anteriores procesos:
Tomás Leighton y José Acevedo creen en NUSO que “Chile se haya en La era de las identidades políticas negativas y entre las curvas peligrosas y el exceso de velocidad, sigue creciendo un verdadero abismo entre la política y la sociedad”.
Y Salvador Martí en El Periódico señala que “la paradoja de esta nueva coyuntura hoy es la siguiente. El presidente Boric, en sus últimas declaraciones, ha sugerido a la derecha que no haga lo mismo que ellos en la anterior constituyente y que busquen el consenso. Mientras, la formación de Kast, que no quería una nueva constitución, deberá liderar la constituyente”.
Para entender lo ocurrido tenemos con nosotros a Ángel Soto, historiador chileno.