Argentina y un posible giro electoral en 2023

Fundación Botín

CIGODESE

Mientras algunos analistas postulan a Gustavo Petro como un posible aglutinador de la “nueva izquierda” latinoamericana, lugar que algún momento ocupó el presidente de Chile Gabriel Boric, el posible cambio de rumbo político de Argentina en 2023 vaticina un liderazgo que deberá abrirse camino, nuevamente, ante una mayoría ideológica de la cual no participaría.

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Introducción

Si la tendencia del “voto enojo” hacia los oficialismos continúa como lo viene haciendo desde hace 22 años en la región, con sucesos como el “corralito” argentino en 2001 y la imagen del helicóptero que transportaba al expresidente de la “ALIANZA” Fernando de la Rúa tras su renuncia,  puede que el liderazgo de Argentina en América Latina profundice su aislamiento, ya que un eventual giro a la derecha en las próximas elecciones presidenciales, colocaría al país entre los pocos de la región en los que no gobernaría la izquierda en sus diferentes versiones.

El aislamiento de “CAMBIEMOS”

La situación de ir a “contramano” de la tendencia ideológica regional, fue la situación reinante durante los primeros años de gobierno del expresidente Mauricio Macri. En este sentido, la rápida oposición por parte de Dilma Rousseff a la aplicación de la “Cláusula Democrática” (Protocolo de Ushuaia) contra el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, reflejaba la política regional vigente hasta ese momento. El mapa ideológico de aquel entonces comprendía, entre otros y salvando grandes distancias, a los gobiernos de Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, Michelle Bachelet en Chile, Ollanta Humala en Perú, Daniel Ortega en Nicaragua y Nicolás Maduro en Venezuela.

La llegada de Mauricio Macri al poder puso fin a 12 años de gobierno kirchnerista, promoviendo un veloz giro en materia de política internacional, la que hasta ese entonces había seguido los postulados de la cumbre de Mar del Plata (2005), donde durante su discurso, Hugo Chávez, en compañía de Néstor Kirchner y Lula Da Silva, sostenía que se encontraba “la tumba del ALCA”. Susana Malcorra, primera canciller del gobierno de “CAMBIEMOS”, impulsó una política exterior basada en la promesa presidencial de “volver al mundo” la cual iba a ser “desideologizada”. Este giro se reflejó, por ejemplo, en la visita de Barack Obama al país en 2016 luego de 11 años de la última visita de un presidente norteamericano (George W. Bush), o en la reunión del “G20” y de la “XI Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio” cuyo país anfitrión fue Argentina, así como también, en el impulso que se otorgó a la firma del tratado Mercosur-Unión Europea.

El liderazgo de Argentina durante el gobierno de Mauricio Macri, sin embargo, no logró la pretendida proyección regional ni la “vuelta al mundo” esperada. La Unión Europea, pese a reanudar conversaciones en Bruselas tras la guerra en Ucrania, no ratificó aún el acuerdo resistido principalmente por Francia. La Cláusula Democrática no se aplicó a Venezuela sino hasta 2017 y la debilidad interna tras no alcanzar el objetivo “pobreza cero”, o reducir la inflación y mejorar los índices de la economía, debilitaron la imagen del ex presidente hacia dentro y fuera del país. Esto a su vez en el marco de una geopolítica que tuvo al Brexit y a la llegada de Donald Trump al poder como protagonistas, lo que se tradujo en proteccionismo económico, altas tasas de interés y la guerra comercial con China.

Un posible nuevo “giro” en soledad.

La tendencia al viraje electoral, de la cual Argentina no está exenta, y la aceleración del “voto castigo” a los oficialismos, comenzó a consolidarse tras las primarias de 2021, donde el actual gobierno fue derrotado. Tras las legislativas, la crisis económica, política y social, se profundizó. Las últimas mediciones oficiales indican que el 37,7 % de la población, unos 17,4 millones de personas, son pobres, y que el 8,2% vive en condiciones de indigencia. A esta situación se le agrega la inflación más alta de los últimos 30 años (mayor al 60%).

En ese contexto, el pasado 2 de julio, el ahora exministro de economía y finanzas públicas, Martín Guzmán, comunicaba a través de Twitter su renuncia al cargo. El anuncio se dio a conocer mientras la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner hablaba en un acto homenaje a Juan D. Perón, lo que acentuaba aún más la debilidad política del presidente, evidenciando la dimensión de la interna partidaria en la coalición gobernante.

La imagen negativa del presidente Alberto Fernández en su tercer año de gobierno escala al 72%, la de su antecesor, Mauricio Macri, en el mismo periodo de tiempo, era de 57%.  Si el “enojo” por los problemas estructurales del país se traduce en las urnas, agravado por las consecuencias de la pandemia y acelerado por una crisis económica profunda y multicausal, todo indicaría que, de haber recambio, el sucesor del actual presidente argentino experimentará la misma soledad de los primeros años del gobierno de Mauricio Macri. Al actual mapa político de la región, tras la victoria de Gustavo Petro en Colombia, se suman los gobiernos de Gabriel Boric en Chile, Manuel Lopez Obrador en México y Pedro Castillo en Perú, además del posible regreso a la presidencia de Brasil de Luis Ignacio “lula” Da Silva si las encuestas se confirman.

Mientras algunos analistas postulan a Gustavo Petro como un posible aglutinador de la “nueva izquierda” latinoamericana, lugar que algún momento ocupó el presidente de Chile Gabriel Boric, el posible cambio de rumbo político de Argentina en 2023 vaticina un liderazgo que deberá abrirse camino, nuevamente, ante una mayoría ideológica de la cual no participaría. La resistencia de las instituciones latinoamericanas y la realidad que impone el gobernar tras el fin de las campañas electorales pueden, sin embargo, facilitar un escenario donde los consensos, el pragmatismo y la necesidad de crecimiento de las economías regionales posibiliten acuerdos más allá de los discursos electorales.

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