La política argentina vuelve a girar en torno a la figura carismática y polémica de Cristina Kirchner: lo hace por su repunte en las encuestas (en abril), por la reciente presentación de su libro (el 9 de mayo) y por la expectación creada en torno a si será o no candidata presidencial a partir de junio para las presidenciales de octubre. A diferencia de otros expresidentes argentinos, en vez de ir declinando su figura una vez fuera de la Casa Rosada, parece estar recobrando fuerzas gracias a los errores de su rival (el presidente Mauricio Macri) y por la fidelidad, a prueba de bomba, de sus más acérrimos partidarios.
El renacimiento de Cristina Kirchner cual Ave Fénix en el panorama político argentino ha transformado desde el pasado mes de abril el panorama electoral del país austral con consecuencias que van mucho más allá del terreno exclusivamente político. La renovada fortaleza que parece poseer la expresidenta tiene derivaciones económicas e incluso geopolíticas a escala regional.
Hasta el pasado mes de abril todo indicaba que Mauricio Macri partía como favorito para conseguir la reelección tanto si su rival era la expresidenta como si surgía una tercera figura alternativa. Era tal el rechazo que concitaba Cristina Kirchner –cuyo suelo y techo electoral ronda el 30%- que el debilitado Macri si bien podría perder en primera vuelta, encauzaría en el balotaje el elevado rechazo que provoca el kirchnerismo.
Ese panorama, cómodo para el macrismo, ha dado un vuelco en las últimas semanas. En el mes de abril una encuesta en concreto provocó un terremoto político en Argentina que además tuvo consecuencias económicas. La Consultora Isonomía desveló que, ante una eventual segunda vuelta en los comicios presidenciales, Cristina Kirchner superaría en 9 puntos al actual presidente.
En ese sondeo de Isonomía el 45% se inclinaba por la exmandataria, el 36% lo hacía por Macri, mientras que del resto, el 17% respondió «Ninguno» y el 3% «No sabe/No contesta.
El trabajo mostraba que las imágenes negativas de ambos son muy elevadas: Macri alcanza el 84%, mientras que la líder de Unión Ciudadana (Cristina Kirchner) llega al 76%. En cuanto a imagen positiva, el líder de Cambiemos llega al 14% y es superado por CFK que trepa hasta el 22%.
Estos nuevos datos confirmaban que Macri continuaba con su particular cuesta abajo en las preferencias electorales: ha pasado de aventajar en 6 puntos a la anterior mandataria -en enero- a estar empatado con ella en marzo y, finalmente, a perder por una amplia diferencia en abril.
Esta encuesta se transformó, asimismo, un punto de inflexión porque, por primera vez desde 2015, se rompía unas de las pocas certezas políticas que existían en Argentina: la de que aunque Cristina Kirchner pudiera ser la más votada en una primera vuelta, en la segunda era tan elevado el rechazo hacia la expresidenta que el actual mandatario “siempre” acabaría imponiéndose al canalizar el voto útil y el “voto del miedo” a un posible regreso del kirchnerismo.
Las razones de esta caída de Macri y ascenso de Cristina responden a la mala marcha de la economía que no ha recuperado los niveles de 2015:
La economía ha estado lastrada por una elevada inflación, subida de las tarifas, alza del dólar y del riesgo país unido a una creciente sensación de inestabilidad e incertidumbre. En especial Argentina se ha convertido en el país con una inflación más elevada en Latinoamérica, solo superada por Venezuela.
Todas estas circunstancias han provocado el aumento del “voto del enojo” hacia el gobierno que se canaliza bien a través del respaldo a la expresidenta o de una retirada de apoyo al actual presidente.
Ese declive económico es, desde 2018, cada vez más acentuado. La inflación de marzo fue del 4,7% y la de abril rondó el 4%, lo que hace pensar en una inflación anual acumulada superior al 35%. En paralelo la moneda, el peso, sufre descensos continuos, con caídas de los valores bursátiles y un riesgo-país que ha llegado a rebasar los 1.000 puntos para recalar en los actuales 900.
Resultado: una crisis de confianza hacia el ejecutivo que no parece capaz de transmitir seguridad ni a la ciudadanía ni a los mercados y que desemboca en esos sondeos que tan poco le favorecen.
El problema radica en que la incertidumbre política sobre quién será el próximo presidente (y si este podría ser alguien poco afecto, en principio, a los mercados como Cristina Kirchner) retroalimenta la incertidumbre económica. Con una ironía añadida: a Macri le conviene, políticamente, que su rival sea Cristina Kirchner a la que, en teoría, tiene más opciones de derrotar en las urnas. Pero la mera existencia de la candidatura de la expresidenta obstaculiza la recuperación económica de Argentina por el temor que despierta en los mercados lo cual acaba lastrando las posibilidades electorales del presidente.
Ante este nuevo panorama que se dibuja en Argentina cabe plantearse al menos tres preguntas: ¿se presentará la expresidenta, finalmente, a las elecciones? ¿Puede ganar Cristina Kirchner en segunda vuelta? Y, en caso de triunfar, ¿qué consecuencias tendría para Argentina y para América Latina?
¿Se presentará la expresidenta Cristina Kirchner a las elecciones?
A la primera pregunta cabe responder positivamente. Históricamente Cristina Kirchner ha preferido desplegar una estrategia electoral basada en mantenerse en la ambigüedad y alimentar las especulaciones y la incertidumbre. Esta vez no ha sido diferente pero más allá de globos sonda y de ambigüedades, todo indica que, como ya ocurrió en 2007 y 2011, estará en la carrera hacia la Casa Rosada.
Y ello por tres razones:
En primer lugar, porque el resultado de las encuestas la favorecen ahora más que nunca. Siempre ha sido la candidata con mayor expectativa de voto, favorita para ser la más votada en primera vuelta y en la actualidad incluso con opciones de ganar en la segunda vuelta.
En segundo lugar, su presencia en los comicios se da por descontado a causa de la estrategia que ha estado desplegando últimamente. Ha decidido no presentar candidatos en las elecciones locales que vienen celebrándose y donde contaba con menores opciones de victoria para no sufrir desgaste político ante derrotas innecesarias.
Además, la multitudinaria y mediática presentación de su libro (“Sinceramente”) se ha convertido en el pistoletazo de salida para posicionarse y relanzar su candidatura. Finalmente ha asumido un discurso más moderado para tratar de captar el voto no kirchnerista aunque en sus mensajes mantienen los resabios nacionalistas, desarrollistas e intervencionistas.
Y en tercer lugar por su situación legal. Cristina Kirchner, en la Casa Rosada, tendría muchas más posibilidades de eludir las causas judiciales que le persiguen. La ex dirigente acumula diez procesamientos y cinco pedidos de prisión preventiva por causas de corrupción en el ejercicio del poder.
¿Puede ganar Cristina Kirchner en las elecciones de octubre?
A esta segunda pregunta, la respuesta es también positiva.
La principal conclusión de las últimas encuestas es que efectivamente, y a diferencia de lo que se sostenía hace unos meses, la situación ha variado en Argentina y en la actual coyuntura Cristina Kirchner es una rival mucho más competitiva para imponerse a Macri y sí puede ganar las elecciones. Aquel dogma que decía que Cristina era «invotable» para la mayoría de la ciudadanía ya no es una realidad.
El país además camina hacia una marcada polarización en la que las terceras opciones no logran abrir un hueco en el duelo Macri-Cristina. Desde el inicio de 2019 es evidente que los candidatos peronistas no kirchneristas (Massa, Lavagna y Urtubey –Alternativa Federal) no alcanzan los índices de la expresidenta ni siquiera juntando sus respectivas intenciones de voto:
De todas formas, este buen momento de Cristina Kirchner en las encuestas debe ser matizado.
Primero porque el 39% de los consultados por Isonomía aún no tiene decidido su voto. Todo indica que se trata de un votante antikircherista, enojado con Macri pero que ante la disyuntiva de una posible vuelta de la expresidenta acabaría regresando al redil macrista aunque fuera más por temor a la expresidenta que por adhesión a la actual administración.
En segundo lugar, se trata de unas encuestas hechas en caliente: cuando el gobierno ha dado mayor sensación de debilidad y la economía se encuentra de nuevo en cuestión. El malestar se ha refugiado en el voto de castigo al macrismo vía apoyo a Cristina o la abstención.
Como apunta el analista Carlos Pagni “la primera rareza que se evidencia en la muestra es que se verifica que muchos votantes que hace 15 días votaban por Macri pasaron directamente a elegir a Cristina. ¿Se puede cambiar tan rápido? O acaso lo que demuestra es un momento de bronca. Y si se tratara de un voto castigo: ¿Se puede sostener en el tiempo o es solo el resultado de un malestar momentáneo?”.
Macri apuesta todo a que el duelo en las elecciones sea entre él y Cristina ya que prevé que muchos de los que ahora rechazan respaldar al macrismo por “bronca” se pasarán al voto útil por miedo a la expresidenta. Como primer paso el gobierno de Macri trata de mejorar el clima social posponiendo, con el aval del FMI, el ajuste. Ha logrado calmar a los mercados y estabilizar el dólar a la vez que aplaza los aumentos en las tarifas del transporte y de los servicios públicos, congela los precios de bienes de primera necesidad y lanza créditos con tasa subsidiada para estimular el consumo.
Y todo ello ha tenido consecuencias. De hecho, una nueva encuesta de Isonomía, realizada entre el 30 de abril y el 3 de mayo, muestra que en primera vuelta Cristina Kirchner gana (obtiene un 31%), Macri se ubica segundo con 27% y Roberto Lavagna reúne 15 puntos. En un eventual balotaje, Isonomía relevó que, en relación a la primera quincena de abril, se recorta la ventaja de Cristina sobre Macri: el 41% se inclinaría por la ex mandataria, frente a un 37% al líder de Cambiemos. De todos modos, sigue alto el número de indecisos (16% de voto en blanco) y de personas que no quieren ni pueden contestar (6 puntos).
De todas formas si bien ese es el escenario que cuenta con más opciones, también hay que valorar que no parece probable que en cinco meses cambie el panorama ni que una mejoría –que sería leve- acabe siendo percibida por la población. A lo más, unos niveles menores de incertidumbre podrían bajar el nivel de “enfado” de la ciudadanía con respecto al gobierno. Una nueva tormenta financiera, como la de 2018 o en menor medida la de abril de 2019, condenaría las opciones de Macri para la reelección. De ello hay precedentes: en 1989 el colapso económico que padecía el país dio aire a la candidatura del entonces “populista” Carlos Menem y hundió las opciones moderadas y ortodoxas de Eduardo Angeloz. En un escenario similar, el profundización de la crisis provocaría el hundimiento de Macri y la incapacidad de despegar de alternativas centristas, como la de Lavagna, abrirían las puertas a Cristina Kirchner.
¿Qué consecuencias tendría para Argentina y para América Latina una victoria de Cristina Kirchner?
La idea generalizada es que una victoria de Cristina Kirchner desembocaría en una vuelta a las medidas de corte intervencionista y de aumento del gasto público que caracterizó la experiencia kirchnerista. Especialmente a partir de 2005 y de forma más marcada durante las gestiones de la expresidenta entre 2007 y 2015.
Por eso el resultado del sondeo de Isonomía produjo un estado de zozobra, principalmente en los tenedores de bonos que temen que si Cristina vuelve al poder las posibilidades de default se incrementen. Esto ha llevado a impulsar el deseo de desprenderse de los activos argentinos lo que acabó elevando el riesgo país. Analistas como Carlos Malamud advierten de que “no sería descartable una importante corrida cambiaria en la semana posterior al 11 de agosto, fecha de realización de las PASO (elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias), si su resultado confirmara una abultada votación a favor del kirchnerismo y unos flacos resultados del oficialismo macrista”.
La posibilidad de que tenga lugar un default es un escenario a tener en cuenta más allá de quién ocupe la Casa Rosada, sea Kirchner, Macri o Lavagna. 34.000 millones son los dólares a devolver en 2020, una elevada cifra para una economía que sigue en recesión en 2019 y que se encontrará, en el mejor de los casos, en un débil crecimiento en 2020. A ello hay que añadir una deuda en crecimiento en términos reales (por la devaluación del peso) exigiría un fuerte recortes presupuestario.
Lo más probable es que el futuro gobierno, tanto de Macri como de Cristina, opte más por un fuerte ajuste y traten de eludir el impago de la deuda. La expresidenta aparece rodeada de hombres que fueron la imagen viva de las políticas kirchneristas (Axel Kicillof) pero también de figuras que encarnan medidas prudentes y sensatas (Alberto Fernández).
Los mensajes que provienen de este último sector buscan tranquilizar al electorado y a los mercados. Su nueva mano derecha, el ex jefe de gabinete de Néstor Kirchner y también de Cristina K, Alberto Fernández, rechaza que la expresidenta pueda dar la espalda a los mercados internacionales:“Hace unos días hablé con Axel (Kicillof) y en la cabeza de nadie se cruza la idea del default. Cristina pagó absolutamente toda la deuda, hasta la del Club de París, que era controvertida». En el arranque de un hipotético gobierno de Cristina Kirchner los sectores moderados podrían tener más peso pero la tentación de regresar a las esencias kirchneristas no es descartable.
América Latina ante el ascenso de Cristina Kirchner
Donde un gobierno de Cristina Kirchner trataría de marcar distancias es, además de en políticas de corte social-clientelar, en el ámbito internacional. El régimen de Nicolás Maduro ganaría un aliado en un momento de marcada soledad política del chavismo en el continente. No parece que Argentina, dada su situación económica, tenga mucha capacidad de acción exterior pero el retorno a Cristina Kirchner rompería parte del consenso mayoritario que existe en la región con respecto al respaldo a Juan Guaidó. Cristina Kirchner ha mantenido un silencio ambiguo con respecto a la situación venezolana pero no así quienes le apoyan: grupos vinculados al kirchnerismo se enfrentaron en las calles de Buenos Aires a opositores venezolanos congregados en apoyo de Guaidó tras los sucesos del 30 de abril.
Además, una Argentina nuevamente kirchnerista se alejaría de los EEUU de Donald Trump y del Brasil de Jair Bolsonaro. Ambas administraciones se han alineado claramente con Macri. Trump ha respaldado públicamente al gobierno macrista con mensajes que no dejan lugar a dudas: «Gran charla con mi amigo Mauricio Macri esta semana. Está haciendo un trabajo muy bueno en la Argentina. Apoyo su visión para transformar la economía de su país y mostrar todo su potencial». Asimismo, ha mediado ante el FMI para que este organismo relajara las condiciones impuestas a Argentina para llevar a cabo el actual ajuste. El objetivo es que los recortes y las duras medidas no acaben impidiendo que Macri pueda conseguir la reelección.
Como señala Joaquín Morales Solá en La Nación, “el mejor amigo de Macri en el mundo es Donald Trump. El presidente norteamericano es quien le asegura el apoyo constante del Fondo Monetario. No lo arropan ni los técnicos del Fondo ni la exquisita diplomacia de Christine Lagarde. Es Trump el que le ordena al representante norteamericano e influyente subdirector general del Fondo, David Lipton, un halcón de la economía, que cometa todas las heterodoxias posibles para beneficiar a su amigo Macri”.
Bolsonaro ha sido incluso más claro que Trump al afirmar que «el posible voto a favor de Cristina Kirchner, que pido a Dios que no ocurra, convertirá nuestra querida Argentina en otra Venezuela y no queremos eso». Este apoyo abierto a Macri provoca que en caso de triunfo de Cristina Mercosur, ya de por sí debilitado y en proceso de redefinición, entraría en parálisis ya que el eje Brasilia-Buenos Aires se rompería con el regreso del kirchnerismo a la Casa Rosada.
De igual forma la apuesta de Macri por acercar Mercosur a la Alianza del Pacífico sufriría un cortacircuito con Cristina Kirchner en el poder. Para el bloque de la izquierda bolivariana y los países o fuerzas cercanas o aliadas (Lula y el kirchnerismo) la Alianza encarna “el odiado” neoliberalismo y es un anatema. Para el kirchnerismo “Mercosur y la Alianza del Pacífico representan dos procesos de génesis diferentes, con objetivos muy distintos y que implican modelos de sociedad en beneficio de sectores sociales disímiles… una postura como la de aquellos que quieren ser “observadores” en la Alianza del Pacífico es absolutamente funcional a la política neoliberal que los Estados Unidos impulsan”.
Así pues, una victoria de Cristina Kirchner se convertiría en un acontecimiento disruptor no solo para Argentina sino para una región pues el hipotético “giro a la derecha” quedaría en entredicho y los equilibrios geoestratégicos regionales en duda.